Todo
cambia y todo sigue igual: regenerando Doctor Who (I)
Por Rubén Carrasco | Fecha: 25/09/2013
En televisión, el showrunner de una ficción es la persona responsable de controlar el trabajo diario del equipo, así como el apartado artístico de la serie. Acostumbra a ser el creador del programa y/o el jefe de guionistas, suele aparecer acreditado como productor ejecutivo y sólo debe responder ante la cadena y la productora de su serie.
Un showrunner debe dotar de coherencia al conjunto de la
serie y es la figura encargada de tomar las decisiones de corte narrativo y
estético que definen lo que ésta será. Esto ha llevado a reconocer la capacidad
de algunos showrunners para crear un universo propio y único, una seña de
identidad que impregna todas las series en las que se implican, las hayan
creado o no, las dirijan en solitario o mediante la fórmula tan frecuente en
televisión del tándem creativo. Así pues, a la hora de asignar la autoría de
una ficción televisiva, cada vez se tiene más en cuenta el papel que desempeñan
los showrunners, considerados los verdaderos dueños de la misma.
Aun así, no son pocas las series que han tenido a más de un
showrunner, algunas de ellas de gran prestigió, sin que ello haya supuesto su
final. Las causas que pueden llevar a un cambio de showrunner pueden ser
variadas: una ficción joven (o no) puede ir tan mal que los jefazos de la
cadena y de la productora decidan cambiar de showrunner para intentar
reflotarla; si el programa lleva muchos años en antena, puede que sea el propio
showrunner el que decida marcharse para explorar nuevos caminos profesionales y
que la serie continúe sin él (es lo que ocurrió, por ejemplo, a partir de la
sexta temporada de True Blood, ya que Alan Ball la dejó al final de su quinta
entrega); la cadena también puede decidir prescindir de los servicios de un
showrunner por motivos diversos, como que éste dificulte la labor creativa por
sus excesos y manías (motivo por el que despidieron a Aaron Sorkin de "The West
Wing", pese a ser un genio) o que el showrunner se enfrente de manera frontal a
lo que productora y network ordenan, pues choca con su visión del show.
El cambio de showrunner puede dar lugar, entonces, a dos
escenarios: “la nada”, cuando todos los aspectos creativos de la serie se
mantienen más o menos iguales y, seguramente, pasen desapercibidos para
cualquiera que no sepa que ha habido un cambio en el equipo de la ficción que
sigue; o “el todo” (cosa extremadamente rara, sólo posible en ciertos géneros y
situaciones realmente peculiares), donde, de pronto, la ficción televisiva que
conocíamos se verá profundamente transmutada. Éste es el caso de Doctor Who,
una serie que tiende al (casi) todo.
Doctor Who: medio siglo a sus espaldas
Doctor Who es la serie de ciencia ficción más longeva de la historia de la televisión. Se estrenó en 1963 en la BBC con una vocación claramente didáctica, buscando atraer a un público infantil hacia el conocimiento de algunos de los principales momentos de la Historia, aunque muy pronto la serie empezó a introducir tramas de corte puramente ficticio y toques de humor cada vez más evidentes, que acabaron por configurar la serie familiar por excelencia de la televisión británica.
Son muchos los nombres que hay tras el origen de esta
ficción: se considera a Sydney Newman como creador de la misma, aunque contó,
entre otros, con el apoyo y la colaboración de Donald Wilson (quien llegaría a
ser jefe de la serie, cargo similar al actual showrunner), C. E. Webber o Terry
Nation tras los guiones y de Verity Lambert como productora, quien está
considerada, prácticamente co-creadora del show. Sin ir más lejos, en una de
las aventuras del Doctor se nombra a Sydney y a Verity como sus padres (Human
Nature – 3x08 de la nueva etapa).
Doctor Who nos narra las aventuras de El Doctor (The
Doctor), un Time Lord (Señor del Tiempo), que tiene la capacidad de viajar a
través del tiempo y el espacio gracias a su nave espacial, la TARDIS, y que
acostumbra a ir acompañado por seres humanos, que le sirven de contrapunto y
actúan a modo de espectador, cuestionando las decisiones de un ser
extremadamente sabio y viejo.
El Doctor es alguien extremadamente emocional, bastante
arisco en su origen, que con el paso de los años, se ha ido “humanizando” poco
a poco, en gran parte gracias al contacto que ha tenido con numerosos humanos,
quienes no viajan con él durante demasiado tiempo, ya sea porque su vida corre
constante peligro y el Doctor no está dispuesto a hacerse responsable de sus
muertes, porque el destino les lleva a la separación absoluta o porque estos
deciden volver a casa tras un tiempo de aventuras. Además, al Doctor no le
gusta que sus acompañantes (companions) se queden con él más de la cuenta, pues
no puede soportar verles envejecer y morir, mientras que él se mantiene en
plena forma. Este hecho ha llevado a que hayan pasado por la TARDIS docenas de
personajes diferentes representando el papel de acompañante del Doctor.
Y es que los Time Lords son prácticamente inmortales. Pueden
morir, pero, al hacerlo, su cuerpo se regenera con un aspecto y una
personalidad diferentes. No dejan de ser la misma persona, pero todo cambia.
Este "truco" argumental, permitió a los responsables de Doctor Who
cambiar a lo largo de los años al actor que daba vida al Doctor. Los actores
que han interpretado el personaje han tenido la importante tarea de recoger y
sumar características a lo que habían hecho sus antecesores. Además, con cada
encarnación del personaje protagonista (hasta la fecha se contabilizan doce),
se introducían cambios profundos en la serie a todos los niveles, de manera que
este cambio se unía a los cambios de máximo responsable a la hora de marcar las
diferentes etapas de la serie. Éste es el motivo que permite, como caso
extremadamente raro, considerar Doctor Who como paradigma de “el todo” que
planteaba en la introducción, aunque los cambios nunca supusieron una ruptura
en la continuidad de la ficción, de ahí que hablemos de un “casi todo”.
Así pues, la serie siempre era la misma y respetaba,
perpetuaba y reinventaba de manera constante la mitología propia del universo
ficticio que había creado. Esta mitología, repleta de leyendas, reescritura de
eventos históricos y enemigos míticos, es una de las señas de identidad más
marcadas de Doctor Who. La ficción se cimentaba en capítulos de media hora
(hasta 1985, cuando de adoptó el formato de capítulos de 45 minutos que aún
persiste) que, en grupos de dos a seis (en ocasiones, siete, nueve, incluso
diez o doce) formaban seriales de argumento único que recurrían a cliffhangers* (véase nuestro artículo de "los mejores cliffhangers de Doctor Who") para mantener la tensión entre entregas y la continuidad entre seriales. A
partir de los 70, la duración de los seriales se volvió más constante,
oscilando entre los cuatro y seis capítulos por serial (que se convertirían en
grupos de dos o cuatro capítulos durante los 80).
La serie destacaba por el uso extremadamente imaginativo que
hacía de los efectos especiales de bajo presupuesto (maquetas, trucajes, prótesis
y trajes, etc.), que se convirtieron en una seña de identidad que aún, hoy en
día, se homenajean pese a las mejoras que ha sufrido la ficción en este campo
(introduciendo los efectos por ordenador). Otra seña de identidad de esta
ficción fue el uso pionero que hizo de la música electrónica. Por ejemplo, el
tema de la serie estaba hecho con sintetizador y aún permanece, aunque se ha
versionado en cada etapa, primero mediante arreglos musicales y, finalmente,
orquestado.
El desgaste de la ficción (y sus audiencias) llevo a su
cancelación en 1989, aunque Doctor Who nunca terminó definitivamente. Mientras
permanecía en antena, la serie ya había generado una gran cantidad de material
transmedia (es, quizá, una de las primeras ficciones televisivas en producirlo)
y la producción de novelas, audiolibros, juegos, cómics, merchandising, etc.
siguió imparable debido a la enorme legión de seguidores que tenían las
aventuras de El Doctor (la serie es una auténtica autoridad en Reino Unido).
Incluso, en 1996, llegó a producirse una secuela directa de la serie en forma
de largometraje, protagonizada por Paul McGann como octava encarnación del
personaje (única aparición de éste en la franquicia).
Así pues, Doctor Who no estaba, ni de lejos, muerta, lo que
llevó a la BBC a intentar “resucitarla” para la pequeña pantalla. Por último, y
tras muchos intentos previos, la serie volvió en el 2005 de la mano de Russell
T. Davies. Este Doctor, recibido con entusiasmo por los fans de la original, ha
sufrido una completa modernización aunque mantiene el típico humor británico y
mantiene intacta la esencia de la ficción iniciada en 1963.
En la siguiente entrega de esta serie de artículos
analizaremos la etapa Davies (2005-2009), intentando analizar cómo dialoga
Doctor Who con otras obras del showrunner y qué aportó éste a la longeva
ficción.
Artículo original de Rubén Carrasco Picazo para Papel Psíquico.
¿QUIERES RECIBIR TODAS LAS NOTICIAS DE DOCTOR WHO AL INSTANTE?
3 comentarios
Escribir comentariosEn mi opinion, el mejor guionista de la serie moderna (2005-Actualidad) es Steven, que opinan? Moffat es showrunner?
Responderdesde el 2010 Moffat es el Showrunner. Yo creo q Moffat y Russell T. Davies estan al mismo level en calidad de guiones. Lo que pasa con Moffat es q tiene más tiempo para armar su arco argumental, ya que escribe menos episodios por temporada de lo q hacia RTD. Moffat tambien le ha sacado el jugo al presupuesto actual de la serie.
ResponderEn eso concuerdo, también es verdad que la serie "oscurece" con la llegada de Moffat y pasa a ser mas adulta y sarcástica que antes (creo yo) yo la verdad no logro ver como vamos a hacerle a la espera interminable que se desencadena a noviembre, solo nos queda distraernos con alguna otra serie y esperar...
ResponderIncluir emoticono Emoticon